LA NOVIA EQUIVOCADA By Day Torres CAPÍTULO 65
LA NOVIA EQUIVOCADA By Day Torres CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 65. Un hijo por un hijo
–¡Naaaaaaaaaaathaaaaaaaaaaaannnnnn!
El infierno era mejor que aquel grito, y a Nathan se le erizó hasta otro último vello de la nuca al escucharlo, porque salía de la garganta de la mujer que más amaba en el mundo y venía cargado de dolor. Él fue el primero en salir corriendo hacia la casa, y Harrison lo siguió. Volaron las escaleras hacia el segundo piso, donde Meli no dejaba de gritar por ayuda, y se quedaron paralizados un segundo al verla sacudiendo el cuerpo de Rex, que estaba tirado en el suelo, en medio de un charco de sangre.
Harrison llamó a una ambulancia de inmediato y Nathan corrió hacia ella. Meli lloraba a lágrima viva y trataba de restañar la sangre de una herida que Rex tenía en el costado. El muchacho apenas si estaba consciente y Meli ya tenía el vestido todo sucio de sangre.
– James! –gritó entre las lágrimas– jJames no está! ¡James no está! ¡Busca a Sophia! ¡A Sophia...!
Nathan salió corriendo hacia la habitación de su hija y la encontró sentada en su cama, con los ojos muy abiertos y asustada por el griterío.
–No te muevas de aquí, Sophi, el abuelo vendrá enseguida. ¡No te muevas de aqui!
Nathan volvió con Meli, usando sus manos grandes y su fuerza para tapar mejor la herida de Rex.
Harrison tuvo que sostener a la señora Lanning, que lloraba desconsolada, pero en pocos minutos los paramédicos apartaron a todos y se ocuparon de Rex. La ambulancia salió de allí haciendo un gran escándalo y Meli se desplomó en un rincón, con las temblorosas manos llenas de sangre.
– ¡Ella se lo llevó! ¡Se llevó a mi hijo, Nathan! ¡Ella se lo llevó! –gritó con desesperación mientras Nathan la levantaba para llevarla a la habitación.
Le lavó la sangre de las manos lo mejor que pudo y la hizo cambiarse por ropa informal mientras él hacía lo mismo.
En cinco minutos la policía estaba allí y Nathan y Meli se sentaban en aquel sofá, con las cabezas entre las manos y los corazones destrozados, intentando explicarle a la policía.
–¿Tienen idea de quién...? – Marilyn, Marilyn Pax, mi exesposa – declaró Nathan con firmeza. – ¿Qué tiene la señora Pax contra usted? –preguntó uno de los detectives.
–¡Mejor pregúnteme que no tiene! ¡Nos divorciamos hace dos meses, yo me quedé con la custodia de nuestra hija, el juez mantuvo intacto el acuerdo prenupcial así que no pudo llevarse la mitad de mi dinero y la pensión alimenticia que le dio el juez es... ínfima, por decirlo de alguna manera! – espetó Nathan desesperado–. Marilyn se metió a mi boda, hirió a uno de nuestros amigos y se llevó a nuestro hijo. El detective asintió, escribiendo en su libreta.
–¿Hay alguien más que quisiera hacerles daño? –preguntó y Meli y Nathan se miraron.
––Bueno... mi tío. Aquiles Wilde–murmuró Meli–La familia se dividió en muy malos términos cuando yo reclamé la herencia de mi padre. El juez dictaminó que él había malversado mi dinero, por eso yo me quedé con todo y lo obligaron a pagarme una indemnización de varios millones... por supuesto que no podía, así que él y toda su familia escaparon de la ciudad.
–¿Ha sabido de él recientemente?
– No recientemente... Hace dos años, cuando pasó lo del accidente del avión y mi nombre salió en la lista de pasajeros... ellos creyeron que yo estaba muerta y vinieron hasta aquí a reclamar la herencia, pero ni siquiera se acercaron, cuando me vieron viva volvieron a desaparecer de inmediato.
–¿Yusted cree que..? Una oficial tocó en el hombro del detective, interrumpiéndolo, y le pasó una nota escrita a mano, guardada en una bolsa de evidencia. El detective la leyó y se la entregó a Meli.
– ¿Me equivoco al pensar que esto es para usted? Aquella nota de letra apresurada decía: “Un hombre por un hombre. Un hijo por un hijo. Todo lo que me quitaste, haré que lo pierdas también”
Meli se cubrió la boca mientras sollozaba al leer aquello.
– ¡Sí es de ella! ¡Es de ella! – sollozó desconsolada– ¡Es de Marilyn, por eso trató de matar a Rex y se llevó a James! El detective se giró hacia varios oficiales y comenzó a dar órdenes.
–Cierren todos los caminos en un radio de veinte millas, distribuyan fotos de la sospechosa. Llama a todos los hoteles, moteles y hostales del área, incluso a los Airbnb, todos debes estar atentos al ingreso de una mujer con un niño de un año. El bebé no la conoce aquí que probablemente esté inquieto y llorando. Abre diez líneas de reportes y esperen llamadas.
El hombre se giró hacia los afligidos padres y pensó en cómo decirles aquello sin que los llevara a cometer ninguna locura.
– Estamos contando con que esto sea un caso de secuestro por dinero –dijo por fin–. Esa sería nuestra mejor posibilidad. Montaremos un puesto de mando y esperaremos las demandas de la señora Pax...
Nathan achicó los ojos y se adelantó.
– ¿Qué es lo que no nos está diciendo? ¿Cuál es la otra posibilidad? – increpó al detective. ––Oue esto sea solo una venganza –dijo el detective con preocupación, mirando a Amelie –. Si la señora Pax decidió matar a Rex Lanning en retribución por haberle quitado a su marido, no podemos asegurar que el bebé estará a salvo tampoco. Meli se cubrió la boca con las manos para ahogar aquel grito desesperado.
–––¿Quiere decir que ella....? ¿Quiere decir que ella va a matar a mi hijo? ¿¡Que va a matar a James..!? ¡No..! ¡Nathan...!
Pero Nathan no podía hacer otra cosa que abrazarla con fuerza mientras Meli lloraba y gritaba de impotencia contra su pecho.
La policía decidió que se procesara aquella escena, interrogaron y liberaron a los invitados y la familia debió volver a su casa para que se estableciera el puesto de mando allí. Pero las horas pasaban y no había ni una sola noticia, los reportes llegaban por docenas, pero ninguno había dado frutos. En la madrugada ya Meli ni sabia que existía, el dolor que sentía era tan grande que creía que iba a romperse de un momento a otro. –Abuelo... ¿mi hermanito va a volver? – preguntó Sophia y su abuelo la abrazo para calmarla.
–Eso espero, mi amor. Eso espero.
– ¿Y por qué se lo llevó mi mamá? ¿Fue ella, verdad? – murmuró la niña. –Sí mi amor – respondió el abuelo porque no veía el caso de mentirle–. Al parecer tu mamá está enojada con Meli por casarse con tu papá y ser tu nueva mamá, por eso lastimó a Rex y se llevó a James.
–¿Rex se va a morir? –preguntó Sophi.
– Espero que no, mi niña. Rex es grande y fuerte, como un superhéroe de esos, pero si me das un momento voy a ir a preguntar por él – dijo el abuelo– ¿Te parece? Sophia asintió y el abuelo la dejó en su cuarto para ir a averiguar noticias sobre todo lo que estaba pasando. Sin embargo la niña se calzó unas zapatillas y salió tras él, silenciosa. Se asomó a la cocina y vio a su abuelo hablando con Harrison Crove.
– ¿Ya saben algo de Rex?
– Nada todavía, solo que está en el quirófano, lo están operando desde hace horas pero dicen que hay complicaciones. Marilyn lo apuñaló tres veces, perdió demasiada sangre... Están haciendo todo lo posible, pero los médicos no le dieron muchas esperanzas a los Lanning – murmuró Harrison.
El abuelo se mesó los cabellos con impotencia.
– ¡Dios! ¿¡Cómo Marilyn pudo hacer esto!? ¡Es... es... inaudito! –Eso no es lo peor de todo–suspiró Harrison–. El detective cree que Marilyn no pedirá rescate. Cree que esto es solo por venganza, para hacer sufrir a Meli y a Nathan, así que no tiene ninguna intención de devolver a James.
– ¿Y qué va a hacer con él? ¡Marilyn no tiene el instinto para cuidar a un bebé suyo, menos uno que no lo es! –Lo sé, y el detective también lo sabe. No quiere decirselo a Nathan y a Meli pero él cree... el detective cree que Marilyn matará al bebé. Sophia dio un respingo al escuchar aquello, se cubrió la poquita con las manos y salió corriendo hacia su habitación. Al pasar por la escalera miró abajo, donde sus papás se abrazaban con desesperación, llorando, y luego siguió corriendo hacia su habitación.
Era difícil para una niña entender que su mamá era tan mala, pero por desgracia Sophi no había tenido con su madre aquella conexión que jamás separaba a una hija de su madre.
La realidad era que si Marilyn hubiera sido una madre desesperada por estar con su hija, habría aprovechado la boda para llevarse a Sophia, pero en lugar de eso la había aprovechado para
vengarse. Por supuesto, Sophia no podía entender nada de eso, solo que Marilyn había lastimado a Rex y ahora era posible que mandara a su hermanito al cielo... y ella no quería eso. Fue a su armario y sacó una cazadora rosa que le gustaba mucho, y se la puso antes de sentarse en su pequeño escritorio y garabatear una nota apresurada. Después tomó su mochila del colegio, echó adentro a su ballenita y se deslizó fuera de su habitación.
La casa estaba llena de gente, pero nadie la conocía como ella. Llegó al primer piso por una de las escaleras de servicio y se escabulló hasta la casita de Rex, al fondo del jardín. De ahí tomó el camino entre los árboles hacia el fondo de la propiedad, lanzó la mochila y la cazadora entre los barrotes de una de las rejas traseras, y luego, aunque con dificiltad, pasó ella misma.
Volvió a ponerse todo y corrió en medio de la oscuridad. Las calles cercanas estaban llenas de patrullas de policías, pero Sophi sabía muy bien a dónde estaba yendo. A diez calles de la casa había un parque enorme, con caminos, un lago y muchos árboles y juegos para los niños. Los abuelos la llevaban ahí casi todos los días, así que ella se sabía muy bien el camino, y no paró hasta alejarse de las luces y llegar ahí.
Se detuvo en la primera banca, jadeando, con las manos en las pequeñas rodillas, y luego puso la mochila en la banca y sacó su celular. Marcó un número viejo que tenía de su mamá y esperó, pero no le contestó nadie. Entonces pasó un mensaje simple y se sentó en aquel lugar, abrazando con fuerza su mochila y esperando mientras la madrugada avanzaba. Ni siquiera tenía sueño, solo miedo y determinación, era una mezcla extraña, pero era todo lo que tenía
Media hora después un auto se detuvo en la calle del frente, a unos cinco metros, y Sophia corrió hacia él.
–Sube – le ordenó una voz familiar, y Sophia miró al asiento trasero antes de abrir la puerta y subir.
Pocos minutos antes de que esto pasara, el pobre abuelo James bajaba las escaleras con tanta prisa que estuvo a punto de caerse.
–¡Nathan... Meli... Nathan...!
Tuvieron que sostener al anciano entre dos policías mientras él intentaba entregarle una nota a su nieto.
–¡Sophi se fue! ¡Se fue...! Nathan y Meli sintieron que el abismo se abría bajo sus pies.
–¿¡Cómo que se fue!? –gritó Meli.
—Encontré... encontré esto en su habitación...
Nathan tomó la nota y la leyó antes de maldecir y pasársela a Meli.
En la torcida caligrafía de la niña se podía leer: “Mami, papi, no se preocupen, yo voy a traer a mi hermanito.
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Sophi.”