Chapter 6
Chapter 6
Un anuncio.
Dejar de pensar en aquello que me tormentaba, era casi imposible, más ahora con la imagen en mi celular, que por masoquista decidí mirar por segunda vez, mientras me decidía por eliminarla o dejarla en mi galería.
No hace falta ser adivino o pedir explicaciones para saber que acababan de estar juntos de una manera muy íntima en la cama que una vez compartí con el señor. Por más que me dé ánimos a mí misma, sucumbia ante la decepción y el dolor de ser traicionada por la persona menos esperada.
No podía seguir de este modo cada día de mi vida, no podía permitirle a la Sra. Rachel y al Sr. Lancaster que hagan lo que quieran con mi corazón, con mis sentimientos y con mi dignidad.
Si ellos decidieron joder todo conmigo para juntarse, bien adelante, que hagan lo que se les cruce por la cabeza, yo me mantendré lo más alejada posible. Una vez que Alexander haya firmado el divorcio, no volverán a saber nada de mí.
Decidida y con la frente el alto, eliminé las lágrimas en mis mejillas antes de caminar a mi guardarropa y debatirme entre varios vestidos para el banquete que organizó mi padre, no pasó mucho tiempo cuando Maga tocó la puerta y luego de unos segundos, dejó a la vista aquella mujer castaña de ojos cafés y la sonrisa más enorme y auténtica que he visto en mi vida.
—No puede ser. ¡No puede ser! —Abby se dejó llevar por la emoción al verme y dejó caer las bolsas de compras que traía en sus manos para correr a abrazarme con tanta fuerza, que por poco me deja sin aire. —Estás de vuelta, no sabes cuánto te eché de menos, Sari. ¡No lo puedo creer! ¡Mi mejor amiga ha vuelto!
Le correspondí a su efusivo abrazo, aunque hacía mi mayor esfuerzo por respirar. Tanto tiempo sin ver a mi mejor amiga, a mi verdadera mejor amiga, iba a ponerme sentimental pero me concentré en no perder el aire.
— Abby, yo también te eché de menos, pero como sigas abrazándome tan fuerte me vas a perder para siempre. —dije con dificultad y al darse cuenta de la fuerza que estaba ejerciendo sobre mí, me soltó, pero no dejó de tomar mis manos sin borrar su sonrisa que le llegaba hasta los ojos. —Nunca debí irme, Abby.
— Oh, vamos, no estamos para lamentos, lo hecho, hecho está, quisiste estar con ese muchacho que conociste y que se volvió el empresario más joven y codiciado de New York, perfecto, ya estuviste con él, excelente, se casaron, genial, ahora se van a divorciar, bien, te quitaste las ganas y ahora estás de regreso para seguir haciendo lo que se te dé la real gana, ¡mucho mejor! —me contagió de su buen humor y toda la vibra positiva que la caracteriza, pero, esta vez no podía hacer lo que yo quería, no volví sola, volví muy bien acompañada.
— Eh… Me temo que no. —dije con miedo a su reacción cuando se entere que estoy embarazada, ni a la reacción de mi padre le tuve tanto miedo.
—No me vengas con que te vas a echar a morir por un imbécil, no sé que te hizo, pero si estás aquí, ya me lo imagino. —soltó con fastidio, mientras recogía las bolsas que había soltado cuando entró a la habitación, dejándolas sobre la cama. —Mira el mujerón que eres, eres la heredera de Doinel, una mujer que desborda clase y sensualidad, eres tan brillante, fuerte, suficiente, tienes una jodida sonrisa para todos y eres espectacularmente auténtica. Estás a la altura de lo que sea y no porque un idiota te haya herido, quiere decir que no vas a seguir con tu vida. Te equivocas, eso es exactamente lo que harás, seguirás con tu maravillosa vida y le vas a demostrar que se perdió lo mejor que pudo pasar por su miserable vida. Escogeré tu vestido, mi hermano asistirá al banquete y sé que estará feliz de verte. —Abby se perdió en el guardarropa con toda la confianza, como siempre lo ha hecho y volvió con una pila de vestidos que dejó sobre la cama.
Al menos seguimos manteniendo la confianza de siempre, a pesar del tiempo que estuvimos sin vernos y sin comunicarnos.
Y como toda la vida, tenía que mencionar a su hermano, creí que con el tiempo se le borraría esa loca idea de la cabeza de ver a su hermano con su mejor amiga, pero veo que seguirá anhelando que sea su cuñada hasta el fin de los tiempos.
— Estoy embarazada. —solté directo, sin tantos rodeos y ella detuvo la búsqueda de mi vestido para esta noche.
Su mirada denota sorpresa, sí, está muy sorprendida, tanto, que tuvo que sentarse en la cama y abanicarse el rostro con la mano de una manera dramática, digno de la reina del drama.
— No puede ser, ¿esa es la razón por la que estás aquí? ¿Él no lo quiso? —preguntó entre preocupada y enfadada, alternando su mirada entre mi rostro y mi barriga cubierta con la bata de baño.
Creo que si hubiese sido así, no sería tan trágico como la verdadera razón, pero él ni siquiera supo que estoy embarazada. ᅠᅠ
— Me fue infiel con mi amiga. —le informé de la verdadera razón para que no sacara sus propias conclusiones y su rostro se desencajó por completo.
Me senté a su lado y le conté el trágico momento en el que descubrí a Alexander con Rachel justo cuando le iba a dar la noticia de que iba a ser padre, también la puse al tanto de los tratos de su familia y algunos de sus amigos a los que no le terminé de caer bien. Abby no paraba de soltar maldiciones e insultos para la familia Lancaster, para los amigos y más aún para Rachel, quien a la final dejó al descubierto su falsa amistad. ᅠ
— ¿Sabes? Con esto demuestras que eres más fuerte de lo que cualquiera puede imaginar, si yo estuviera en tu lugar, estaría muriéndome, ¡no! Estuviera tomando venganza. Pero mírate, fresca como una lechuga y con toda la actitud, esa es mi amiga. Con más razón todavía, ese maldito no merece a una mujer como tú y esa zorra, ja, ¿qué clase de amigas te fuiste a conseguir? No tiene ni un poco de dignidad esa perra. El karma se encargará de ellos, tú solo siéntate y observa como la pagarán con creces. Mira, este vestido te quedará perfecto, llamaré a mis estilistas para que hagan su magia. —se levantó de la cama, dejando a un lado los vestidos descartados por ella misma e hizo una llamada en su celular. —Rose, ven a la villa Doinel, esta noche será muy especial.
El club estaba lleno de personas de la alta sociedad, mi padre se había encargado de organizar un banquete exclusivo, donde no podía entrar cualquiera y mucho menos los paparazzis que no desperdician la más mínima oportunidad para crear noticias de cualquier personaje importante, aunque aquello lo hizo más que nada para que los medios no indagaran hasta dar con el rostro de la heredera Doinel, mi padre lo prefirió así desde el día que quisieron secuestrarme para sacar un jugoso rescate, por suerte, yo era muy pequeña y no tenía ni un recuerdo que aquel trágico momento.
El vestido rojo con diamantes en la falda de la colección de mi padre, resaltaba mi piel blanca y mi aún delgada cintura, la falda larga tenía una apertura que dejaba expuesta mi pierna derecha, definitivamente se veía muy sensual y discreto a la vez, mi cabello castaño lo dejé inmóvil sobre mi hombro dejando a la vista el escote en mi espalda, los estilistas habían hecho un gran trabajo con el maquillaje sobrio, resaltando cada facción de mi rostro sin llegar a exagerar, me sentía muy cómoda y satisfecha con el resultado, pero no dejaba de estar nerviosa.
Hace muchos años no asistía a los eventos de la solicialité y mucho menos organizada por Leonardo Doinel, había dejado todo esto de lado para estar con Alexander, quien, a pesar de asistir a banquetes similares y los grandes eventos de su empresa, solo me llevó a uno y no me quedé más de veinte minutos, pues me encontré con su hermana y su madre, quienes esperaron que él se descuidara para
atacarme por haber asistido a un evento que solo podía ir las personas acaudaladas e importantes, no una don nadie como yo.
La verdad, no me importaba lo que decían de mí, hacía caso omiso a sus constantes ataques, sin embargo, abandoné el lugar cuando mencionaron que la imagen de Alexander se vería perjudicada por venir acompañado de la esposa pobre y de dudosos antecedentes familiares.
Estaba tan cegada por el amor, que prefería cuidar su imagen, impidiendo que lo vieran conmigo en eventos importantes.
Fuera recuerdos.
— Estás hermosa. —dijo mi padre por enésima vez, su brazo estaba enganchado con el mío, mientras me guiaba en el interior del enorme y lujoso salón de banquete del club Palace Royal y juntos saludábamos a los invitados, sin mencionar en ningún momento que somos padre e hija.
Le sonreí en respuesta y no tardé en encontrar a mi amiga enganchada del brazo de un hombre de casi metro noventa y ojos cafés los cuales recordaba aunque tuviera la piel bronceada, una barba de días muy bien arreglada y un cuerpo de atleta.
— ¡Amiga! Estás hermosa. Sr, Doinel, espero que no le importe si me robo a su hija por unos minutos, la devuelvo en un instante. —mi padre le lanzó una mirada seria, pero ella no borró la sonrisa de su rostro, estaba más animada que cualquiera en este lugar.
— Srta. Dubois, veo que no deja de ser una impertinente, aún así, se la prestaré. —me reí ante las palabras de mi padre, siempre le ha dicho impertinente a mi amiga y es que así es y siempre lo será.
— Gracias por su halago, Sr. Papá. —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, al parecer a ella le gusta que mi padre la llame de esa manera y si no, se había acostumbrado tanto, que sería muy extraño si no le llamara así. —Vaya tranquilo que Sarah está en buenas manos.
— Lo dudo. —dijo mi padre solo para él, pero logré escucharlo. —Te estaré esperando en la mesa junto a tu madre, no demores, tengo un anuncio importante que hacer en unos minutos. Te quiero. — me dejó un beso en la frente como lo hace desde que tengo uso de razón y se fue, no sin antes despedirse de mi amiga y de su acompañante. ᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠ
— Yo sé que tu padre es muy estricto, pero estoy segura que muy, pero muy en el fondo de su corazón, yo le agrado. —dijo después de soltarse del brazo del castaño y engancharse en el mío. Claro que le agradaba a mi padre, solo que no está de acuerdo en lo liberal y safada que es Abby. — Ahora, dejando de lado el tema del gruñón Doinel. Es momento de que saludes al hombre que debería estar casado contigo en este momento. —la fulminé disimuladamente con la mirada, al mismo tiempo que clavaba mis uñas en su brazo por el disparate que acaba de decir. —Au, sin violencia. ᅠᅠᅠᅠ Original from NôvelDrama.Org.
— Abby, por amor a Dios, deja de decir tantas barrabasadas. —la voz grave, profunda y serena del hombre me hizo mirarlo, por un momento pensé que estaría de acuerdo con las locuras de Abby, me aliviaba saber que no soy la única cuerda. —Tanto tiempo sin verte, Sarah, mira como estás, toda una mujer. —dijo el castaño al verme con un brillo en sus ojos cafés, mientras se acercaba a mí para envolverme en un abrazo en modo de saludo, cerré mis ojos y esbocé una sonrisa por la comodidad de sus brazos, lo había echado de menos.
— Mujer no, mujerón, es perfecta para ti. —nos separamos al mismo tiempo al escuchar a Abby decir aquel disparate. Ambos la fulminamos con la mirada y ella se encogió de hombros. —Me callaré por unos minutos, pero ni crean que me daré por vencida.
— Me da gusto verte después de tantos años, Paul, eres todo un fortachón, no estabas así la última vez que te vi. —lo saludé amable, tratando de ignorar a mi amiga que no paraba de juntar sus dedos haciendo la forma de un corazón.
Me va a terminar sacando de mis casillas, ¿cuando va a entender que no me gusta y jamás me gustará su hermano? O sea, si es un hombre muy elegante, atractivo, alto, con un rostro varonil,
exitoso y centrado, pero mis gustos eran otros, aunque ese gusto terminara siendo una tortura para mí.
— Nada que no pueda lograr ejercitándome. ¿Volviste para quedarte? Espero que sí, porque así podemos trabajar juntos por mucho tiempo. —cambió de tema de repente y no entendí muy bien a lo que se refería con trabajar juntos.
Sé bien que sus padres son socios de la empresa de mi padre, pero de ahí a trabajar juntos, no lo creo.
— Eh, sí, me quedaré, no pienso ir a ningún lado, ¿por qué dices que… —estaba por preguntarle sobre el tema del trabajo, pero mi padre llegó hasta el lugar interrumpiendo cualquier cosa que estaba por salir de mi boca.
— Disculpen mi interrupción, pero ha sido suficiente, debo hacer un anuncio con Sarah. —mi padre tomó mi mano y me hizo caminar, alejándome de los hermanos Dubois y de la charla con Paul.
— Qué impertinente, Sr. Doinel. —mi padre le lanzó una filosa mirada a Abby, quien parecía frustrada por la interrupción, aunque le daba gracias al cielo que mi padre me rescataba, sino terminaría comprometida con Paul gracias a su hermana.
— ¿Qué anuncio vas a dar? ¿Le vas a decir a todos los medios que soy tu hija? —mi padre me dedicó una sonrisa de medio lado, mientras caminaba entre las personas que charlaban animados unos con otros con copas de champagne en la mano.
— Algo mucho mejor. —un escalofrío recorrió mi espalda y fue imposible no sentirme nerviosa por la sonrisa que no se borraba del rostro de mi padre.
Vale, no iba a decir que soy su hija, la heredera de Doinel, pero no quitaba el hecho de que me presentaría ante la alta sociedad, no sabía bajo qué motivo, solo espero que la idea que mi padre
tenía en su cabeza no termine por afectar a la familia.
Respira, no pasa nada, no hay paparazzis, confiaré en mi padre.
Ambos nos subimos al escenario, interrumpiendo la melodiosa pieza de piano en vivo, me quedé atrás de mi padre, oculta donde nadie pudiera verme y comenzó con su discurso de la amistad, la familia y lo importante son todos aquí, hasta que tocó el tema de su empresa desde que sus padres lo fundaron, hasta que él se hizo cargo junto a su esposa, ya me sabía el cuento de memoria, así que dejé de prestarle atención a lo que decía para concentrarme en el mareo que estaba teniendo en este momento.
Bebé, aún no te conozco, pero no le hagas esto a mamá en este preciso momento, necesito estar entera.
Cuando logré estabilizarme y disipar el mareo que por poco me hace caer, escucho las palabras de mi padre, que me dejaron estupefacta.
— Es por esto que me complace presentarles a la nueva vicepresidente de Doinel, Sarah Petit. —mi cuerpo se quedó paralizado y tuve que repetir una y otra vez aquellas palabras para poder analizarlas.
¿Escuché bien? ¿Mi padre me está dejando la vicepresidencia a mí? Una supuesta desconocida ante el ojo público con un cargo de alta ejecutiva, en la empresa más prestigiosa en el mundo de la moda.
Vicepresidente, ¿yo?
El sonido de los aplausos me hicieron reaccionar y me vi obligada a llegar al lado de mi padre para no hacerle un desplante.
Miré a las personas que nos miraban, algunos sorprendidos, otros confundidos y otros con expresión neutra, como si fuera un tema irrelevante y por último vi a los sonrientes hermanos Dubois junto a sus
padres, la genuina sonrisa de Paul, me hizo caer en cuenta a lo que se refería con: trabajar juntos por mucho tiempo.
Me bastó con ver la emoción de mi madre para sentirme merecedora de tal cargo.
Por supuesto que puedo ser la vicepresidente, para eso estudié, para tomar las riendas de la empresa cuando él decidiera tomar un descanso de los negocios.
Me paré firme a su lado, mientras daba una breve presentación de mí y mencionaba que un puesto tan importante estaba esperando por alguien tan capaz como yo, por último admitió que me había tomado por sorpresa con el anuncio de último momento.
Tras presentarme y dar unas palabras de agradecimiento, bajamos del escenario y los invitados comenzaron a felicitarme como si me conocieran de toda la vida, les sonreía cordial a todos, hasta que por fin llegué con mi madre, quien me regaló un efusivo abrazo y me decía lo orgullosa que estaba de mí.
— De esposa dedicada, a vicepresidente de reconocida empresa, ¡esa es mi amiga! —Abby no se quedó atrás al felicitarme y de una manera muy ocurrente, digno de ella, mientras me abrazaba perdiendo toda su delicadeza.
— Felicitaciones, Sari. —Paul me salvó de la brusquedad de Abby y me envolvió en sus cálidos y fuertes brazos por segunda vez, le correspondí sin borrar la sonrisa auténtica en mi rostro, mientras aspiraba su aroma varonil. —Entonces, ¿volviste para quedarte? Porque haremos un gran equipo en Doinel. —preguntó al romper nuestro abrazo, sin embargo, dejó su mano en mi cintura esperando mi respuesta con su vista clavada en mi rostro.
Puse mi mano delicadamente en su hombro, antes de responder.
— De eso no me cabe la menor duda, Paul. Y sí, volví para quedarme, no pienso moverme del lugar que jamás debí dejar. —respondí segura y más decidida que nunca.
Este es mi lugar y siempre lo será. Estaba muy lejos de los Lancaster, lo suficiente como para no volver a saber de ellos nunca más en mi vida.